Fuerteventura, un viaje de surf y atardeceres
La semana pasada estuve en Fuerteventura. ¿Habéis estado? Para mí ha sido la primera vez y ha supuesto un reto en muchos aspectos.
Sobretodo porque el año pasado estuve en Menorca y no he podido evitar comparar
una isla con otra. Y claro, nada que ver. Fuerteventura es una isla con un clima y un paisaje totalmente distinto, pero sí que es cierto que poco a poco aprendí a querer el desierto que representa la isla. Las curvas y las carreteras de montaña fueron otro reto que, aunque superado, no tengo prisa por repetir. Aunque me encanta ser capaz de conducir reconozco que la vida de copiloto es la mejor.
Otro de los retos fue enfrentarme a playas llenas de piedras. Esas que te hacen echar de menos la arena fina que se pega hasta en las pestañas y que estás días encontrando arena por todas partes. Más que nada porque yo de base ya soy muy torpe, súmale piedras que resbalan y si pisas mal hacen daño… el combo es dramático: quejas, caídas y más quejas.
Pero el mayor reto ha sido el motivo principal del viaje: aprender a hacer Surf.
Me fui con Paula, mi partner in crime de toda la vida desde que, a los 18 años, Mallorca nos unió después de la selectividad. Nos fuimos a la zona de Corralejo, en el norte de la isla. Ella ya había estado en Fuerteventura pero, como yo, no había hecho nunca Surf. Empezamos a planear este viaje el año pasado en otra playa, así que dicho y hecho nos plantamos en Corralejo de la mano de Wild Surf.
Para quienes no los conozcáis, son una escuela de surf en Fuerteventura. Aunque ellos se
definen como algo más que “unos días de playa”. Quieren transmitir una manera de entender la relación con el mar, la naturaleza y los alumnos diferente. Quieren volver a los orígenes de la cultura del surf y compartir el surf como una metáfora de la vida: alegría, mejora continua, superación, libertad y energía. Todo ello de la mano de sus valores principales: ser libres, auténticos y salvajes.
Nosotras escogimos esta escuela porque Paula conoce a gente que había ido con ellos y estaba muy contenta. Así que sin pensarlo mucho nos fuimos directas para allá. Estuvimos en una casa con muchas más personas que iban y venían. Al final cada uno decide el tiempo que quiere estar y nosotras llegábamos el penúltimo día de muchos y el primero de otros.
En la casa puedes escoger entre dormir en habitaciones compartidas o, en nuestro caso, una habitaición para nosotras dos. Al final eso realmente es lo de menos porque hacíamos vida con los demás inquilinos de la casa.
La verdad es que el viaje ha sido muy diferente. Primero por lo obvio, ir con
gente que no conoces a un lugar desconocido. Pero la verdad es que la gente es una pasada. Me sorprende mucho como podemos estar en una casa no se, unos 15, y poder convivir sin problemas cuando no nos conocemos de nada.
Se hizo un grupo bastante guay y se hacían cenas, fiestas, planes… Más allá de las clases. La verdad es que es una experiencia muy distinta y hasta para viajar sola es una forma de conocer a personas increíbles.
Había quien, como nosotras, venian con amigas, otras con pareja y otras como os decía antes solas. Ha sido muy diferente el salir de los viajes de airbnb u hotel y encontrarse cara a cara de buena mañana con personas con las que jamás hubieses coincidido de no ser por haber tenido la misma idea las mismas fechas.
Aunque el reto de verdad viene acompañado de olas y una tabla. Podéis ir sin tener ni idea, como nosotras, de surf. Los profesores hacen grupos dependiendo del nivel y te explican desde 0 de qué elementos se compone una tabla hasta cómo influye el fondo marino para las olas. Es una experiencia increíble en la que aprendes no solo a empezar a surfear si no a reconectar con el mar.
Nosotras estuvimos 6 días e hicimos 5 clases. Pero ya somos capaces de quedarnos de pie encima de la tabla y de decidir, a veces incluso a tiempo, qué olas son viables para surfear y cuales dejar pasar.
Fuimos con las expectativas altas y volvemos encantadas con la escuela, realmente siento que aprendimos mucho y a la vez conocimos gente increíble.
De la isla en sí, qué deciros. Pues que las playas son kilométricas y hermosas. De verdad no he visto agua tan bonita en mi vida. Que si o si alquiléis un coche, nosotras lo hicimos con Cicar y la verdad calidad precio muy bien, para poder tener libertad de movimiento porque aunque estéis en Wild Surf así podéis visitar la isla mientras no hacéis clase.
En esta isla se puede ir a la playa, a comer a sitios preciosos, a dar una vuelta por mil calitas y hasta hacer una inmersión cerca de la Isla de Lobos con la compañía Punta Amanay. Tanto si tenéis los títulos de buceo como si es la primera vez os acompañaran a ver ciraturas increíbles (peces, pulpos, tortugas… hast mantas raya si se dejan ver!)
También fuimos en velero hasta la Isla de Lobos y es algo OBLIGATORIO si vais a Fuerteventura. La tranquilidad del mar, el poder bucear con peces cerca de la isla, ver el atardecer desde el velero… Es como de película. Recomiendo no saltarse esa experiencia.
Yo la verdad es que he ido con la mejor compañera de viaje y la mejor copiloto que puedo tener, que entre las dos hemos aprendido hasta a salir de parkings horribles. Pero sea sola o acompañada, la experiencia Wild Surf es un buen punto de partida para descubrir si te gusta o no este deporte.
Aunque ya os digo, si os gusta el mar tanto como a nosotras… os va a encantar. Además de la satasifacción que da el saber que sabes como quedarte de pie medio surfeando una ola. Es una pasada.
¿Y si os gusta viajar? Fuerteventura es parada obligatoria por todas las cosas que se pueden hacer. ¡Si hay hasta playas con arena negra! Para alguien tan amante de ese color como yo ir a las Cuevas de Ajuy fue una verdadera pasada.
Así que espero haberos contagiado las ganas de ir a Fuerteventura a surfear, bucear y disfrutar del mar.